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su existencia y persona. Mirándonos así a nos– otros, los de «aquí» y «ahora», mirándonos des– de el alto punto de vista que abarca Tiempo y Eternidad, aparecemos esencialmente como «via– tores»; y este es el nombre técnico que la Teo– logía tiene para designarnos: caminantes, cria– turas en tránsito. No se nos designa así porque movamos mucho los pies, o porque recorramos muchas «vías» (viajeros), sino porque «en vía» estamos siem– pre: siempre caminando, sin paradas. Un mar– char hacia algo, constituye y define nuestra rea– lidad presente. Y si tantas veces nos pregunta– mos por nuestro paradero, es porque tenemos la hondísima certeza de que aquí no nos podemos parar. Excelentes compañeros para el camino -para nuestro camino- serán aquellos pensamientos que nos lo ilustren, que nos den su sentido, que nos ayuden a recorrerlo con fortuna. « Este mun– do es el camino -para otro, que es morada -sin pesar; -mas cumple tener buen tino, -para andar esta jornada -sin errar», cantó Jorge Man– rique, el de las famosas Coplas. Yo estoy seguro de que los mejores pensa– mentos para el camino son aquellos que nos han llegado de Jesús y sus Apóstoles. -«Salí del Padre y vine al mundo: ahora me alejo nuevamente del mundo, para retornar al Padre». Así resumió Jesús su historia y su tra– yectoria. Su dicho puede ser también nuestro, en la debida proporción. También nosotros ve– nimos de Dios; también nosotros estamos de paso en el mundo; también nosotros debemos retornar a Dios. Pero a Dios no se puede retor- 48

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