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«La calidad de los hombres consiste en dos co– sas bastante pequeñas: la lengua y el corazón.» -No quiero pensar que algún tonto venga en este punto a decirnos que la lengua es sólo un pedazo de carne y el corazón nada más que una víscera... Sabemos de sobra que lengua y cora– zón son materialmente eso; pero sabemos tam– bién que significan mucho más que eso; son dos fuertes símbolos: de lo que el hombre lleva den– tro, y de lo que el hombre ofrece a los demás. Todo ser humano puede definirse por su cora– zón, ya que ahí está condensado lo que de ver– dad «es» cada uno. Fue Cristo quien proclamó una eterna enhorabuena para «los limpios de corazón» ... y Cristo fue también el que declaró que son las cosas que salen de un sucio corazón las que de verdad «manchan al hombre». Limpiarse a fondo el corazón, de miserias e indignidades, es por eso la tarea primaria de quien aspire a ser, como hombre y como cristia– no, lo que se dice «un sujeto cabal». Instalado el corazón en un sentir de limpieza, no resultará muy difícil el buen uso, el limpio uso, de la lengua; y entonces toda la persona redundará de rectitud, nobleza, gracia y claridad. El «hombre animal» se nos da tal desde el principio: el «hombre cabal» tiene que irse ha– ciendo ... No molestarse en esta gran empresa, es lo más seguro para estar siempre hechos un asco. Y entonces, ¿de qué sirve ir acumulando años en la vida? -«Haz aquello que quisieras - haber hecho cuando mueras.» 46
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