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Y AHORA, ¿QUE? S I algo hay de lo que yo esté muy firmemente convencido, es de esto: Que vivir a lo hombre, y mucho más a lo cristiano, exige ir constantemente hacia la «ca– balidad» o perfección. De muchos quehaceres está entretejida nues– tra existencia; pero tenemos un solo quehacer sustancial, al que todo debe ordenarse, jornada tras jornada: Hacernos más acabados, más cabales, en todas las dimensiones de nuestra vida y persona. Es decir, ser y estar cada día con menos fallos, menos descuidos, menos limitaciones; y cada día también, con más cualidades y calidades ... Tal empresa de perfeccionamiento ha de reali– zarse siempre en un doble ámbito: en el de nuestro ser por dentro, y en el de nuestro ser hacia los demás. Quien no lo entienda así, está liquidando mi– serablemente las posibilidades de su vida, per– diendo sin ninguna gracia el tiempo. 45