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manera que se encuentran recursos para supe– rar cansancios y dificultades. 2.º «La niayor parte de los hombres son más bien capaces de grandes acciones que de buenas acciones». Creo que fue Montesquieu quien escribió esto. Y la observación me parece muy aguda, muy ajustada, por desgracia, a la realidad. Nos preo– cupa más hacer cosas que llamen la atención, que el que nuestras cosas, todas nuestras cosas, estén de verdad bien hechas. Y esto último pre– cisamente es lo que pone calidad en nuestro vivir. Muchas alabanzas se han dicho de Cristo, mu– chísimas más podrían decirse; pero a mi juicio, ninguna tan completa como aquella que brotó un día de las gentes entusiasmadas: «¡Todo lo ha hecho bien!» El mismo anunció que sus dis– cípulos podrían hacer incluso «obras más gran– des» que El; pero no anunció, no podía anun– ciar, que sus discípulos fueran capaces de ofre– cer obras mejor hechas que las suyas. Nuestro valer ante Dios, no brotará tanto de lo que hacemos, cuanto de la manera de hacerlo. ¡Oh, admirable «Fr. Escoba»: cuán detrás de ti estarán ahí en el Cielo muchos que aquí en la tie– rra no manejaron escobas, sino báculos y basto– nes de mando! 3.º «Haz tú mismo lo que aconsejarías con toda imparcialidad y buen deseo a la persona que se viera en tus circunstancias.» El aconsejar bien, no siempre es difícil; sole– mos tener buen ojo para «lo que el prójimo de– bería hacer» ... ¿Por qué no ser cabalmente hon– rados, y tratar de atenernos nosotros a lo que 43

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