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Para explicar esto, vayan preguntando por ahí: ¿ Cree usted, cree usted de verdad, en una vida futura junto a Dios? No hay motivos para luchar y sacrificarse a fondo más que en uno de estos dos casos: o en defensa de algo que se tiene ya y que se estima superlativamente, o con la esperanza de lograr algo que se cree excepcionalmente valioso ... Aun en los movimientos político-sociales lo que en verdad alimenta el «fanatismo» de los más en– tusiastas es una tremenda esperanza -«místi– ca», se dice hoy con no mucha propiedad-: la esperanza de tener un mundo mejor al cabo de la lucha que se ha emprendido. Ha dicho Laín Entralgo: «Tres modos princi– pales adopta la humana necesidad de esperar: el proyecto, el ensueño, la esperanza religiosa. El proyecto es una esperanza terrenal de reali– zación próximamente posible (su versión en el dominio de la operación histórica es el «progra– ma político»). El ensueño es una esperanza te– rrenal remotamente posible, imposible casi. .. (su versión en el dominio de la operación histó– rica es la «utopía política»). La esperanza reli– giosa consiste en situar lo que se espera fuera de este mundo, allende la Historia y la propia muerte» («La generación del 98», cap. IX., pá– gina 410). <(De no estar como abrasada en un sentido de expectación ... » ¡Ah! Todos reconocen, y lo con– sagró San Pablo en sus cartas, que sólo con la esperanza de una hermosa cosecha puede el la– brador arar la dureza de sus campos ( 1 Cor IX, 10). Pues, en exacta correspondencia, sólo con la seguridad de una eterna e insospechada recolec- 372

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