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A LA ESPERA, Y CON ESPERANZA H OY me pregunto, una vez más: ¿se puede mantener un estilo de vida reciamente cris– tiano, si el alma no está sostenida por una vivísima y hermosa esperanza? Yo pienso que no, y así pensarán también to– dos· los que saben de flaquezas humanas y no ignoran el santo heroísmo que exige nuestra Re– ligión, de aquellos que la profesan. «De no estar como abrasada en un sentido de expectación, la religión no puede mantenerse viva en el corazón de los hombres», ha dicho Papini («Cartas del Papa Celestino VI a los hombres», a los teólo– gos, pág. 82). ¿Quién no sabe que el materialismo práctico,. la paganización de la vida, están haciendo ver– daderos estragos en no pocos países de Europa y América? 371

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