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ban llenos de llanto los ojos, que yo sentí cua– jarse ele lágrimas los míos y de preces mi co– razón. «Un sentimiento irresistible me llevaba hacia .ella, buscando consolarla... ; pero me sintió, y me esquivó. Seguí entonces mi camino, y la pie– dad que me llenaba, fue dejando su elocuencia sobre mi propio espíritu con este desconcertan– te son: «Alma triste, cura tu fe bañándola en el Sol de eternos resplandores; abre en tu pensamien– to dolorido la fuente de aguas vivas que salta hasta la vida eterna. No te avergüences de su– frir: mira que este sol se va poner pronto, y el •Otro que yo te digo, puede hacerte incorruptible, puede sanarte con salud imperecedera... » -Todos debemos sentir en nuestro corazón la piedad de la novelista. Una inmensa piedad, porque es inmenso el número de almas, averia– das y tristes, que podrían encontrar su remedio ,con una buena «cura de Sol». Pero no levantan hacia El su cara; no aciertan a ver más sol que el de los paseos. 32
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