BCCCAP00000000000000000000749

tra lo que no vemos bien en los otros... En cuanto al santo empuje, nadie podrá dudar de su nece– sidad, si observa debidamente lo desarreglado de nuestra naturaleza, a la que no le va el antiegoís– mo, y que opondrá por eso encarnizada resisten– cia al orden querido por Dios, orden que impone el completarnos mutuamente en la caridad. La Revolución de los Hijos de Dios tiene como principal tarea ir cambiando los espíritus, es de– cir, los criterios y actitudes demasiado «natura– les» ante cosas y personas, para llegar a una con– vivencia que esté sólidamente asentada sobre la novedad ( ¡novedad todavía, al cabo de veinte si– glos!) de un auténtico cristianismo. Toda revolución tiene sus gregarios y sus héroes: los que ayudan de algún modo, y los que todo lo dan por «la causa». También nuestra Revolución de la Caridad los tiene. Somos qui– zá muchos los que, presentada la ocasión, sabe– mos hacer algo por nuestros semejantes; pero tenemos también, pocos en número -los héroes nunca vienen a manadas-, quienes saben darlo todo, quienes saben llegar hasta el fin en esto de vivir para los demás: son los que de una ma– nera o de otra van muriendo por nosotros. Para los que no somos héroes ... Para las personas, admirables, que sufren de insatisfacción -de una noble insatisfacción-, por creer que no están haciendo nada... , o por la aprensión de que nada pueden hacer... , quiero yo proclamar aquí una especie de consigna que hace años iban repitiendo por América los «cristóforos»: «USTED PUEDE CAMBIAR EL MUNDO». 337 22

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz