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clave: ellos trajeron -Jesús les dio ... Un inter– cambio debe haber siempre en nuestras relacio– nes con Dios, y con los hombres. A El hay que ir con lo nuestro, aunque valga tan poco, y en~ tonces, al ciento por uno, recibiremos de lo suyo, única riqueza que puede ir llenando nuestro va– cío. Si las Navidades, tan frecuentemente, no co– rresponden, en lo que nos dejan, a la ilusión con que las esperábamos, es porque casi toda, o toda, la atención se nos va hacia lo que podremos te– ner... Suelen ser muy pocas las almas verdadera– mente atentas al «misterio» vivo de la Navidad: la mayoría se quedan totalmente en lo de fuera, en el ruido que se arma a causa o con pretexto de tal misterio; los resultados no pueden ser sino mezquinos. Y no deja de ser una pena, que las Navidades, como tantas otras cosas que van tocando nues– tra vida (y que están para enriquecernos a fondo, para hacernos más llenos y cabales), se nos vayan quedando, una y otra vez, en «lo que el viento se llevó». 28
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