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POR LA TRIBVLACION, A LA ALEGRIA. E L otro día llegó a la ciudad en que vivo, un joven matrimonio. Pobre, pero muy hon-– rado. Buenos los dos, de verdad. Venían a arreglar un asunto urgente; tan ur– gente, que no admitía espera. Tan urgente, que les obligó a hacer el viaje en las peores condi– ciones. Porque ella, muy joven aún, iba a tener su pri– mer niño... , y no estaba precisamente para via– jar. Pero ¿cómo dejarla sola allá lejos, sin pa– dres ni parientes de toda confianza a quienes poder encomendarla? La pareja se puso en camino ... ¡Cuántas horas. interminables!: Cambiando varias veces de me– dios de transporte, casi todos incomodísimos y atestados de gente; bajo la crudeza del invierno,. que parecía tener mucha prisa; con el sobresalto de que a e1la pudiera llegarle en cualquier mo– mento «su hora» ... Llegados aquí, las cosas se les pusieron aún más feas. 15