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O ENVILECERSE, O COMBATIR S AN Pablo tuvo el acierto y la valentía de decir con muy pocas palabras el ancho drama que todos llevamos dentro: «La carne apetece contrariamente al espíritu, y el espíritu en sus aspiraciones choca con la carne; de tal manera se oponen estas dos realidades, que vosotros no estáis en condiciones de hacer sin di– ficultad lo que queréis» (Gal 5, 15). Resulta muy fuerte esta denuncia de nuestra difícil situación; pero aún tiene mayor patetismo la que en un pasaje de la Epístola a los Romanos, 7, 14-23, hace el mismo Apóstol, como portavoz del hombre caído y sabiendo bien de su perenne angustia. ¿ Qué hacer entonces? Ni podemos ignorar los antagonismos que sacuden nuestro ser, ni tene– mos opción para el abandono ... Es el mismo San Pablo quien lo advierte: «Si viviereis según la carne, moriréis; pero si, 156

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