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QUEREMOS, QUEREMOS, QUEREMOS... E RA uno de los períodos más agitados en la desmesurada Universidad de Madrid. Cier– ta mañana, desde mi lugar de trabajo, pude oir perfectamente, el paso de un frente estu– diantil que subía por la calle vociferando a com– pás, corno si alguien llevase la batuta: «Queremos libertad. Queremos libertad.» Había también «querernos» para otras cosas ... , y los consabidos «abajos» y «mueras». Me hubiera gustado enfrentarme con los más vociferantes para dialogar (aunque dudo de que sean capaces de diálogo los que están siempre dis– puestos para el vocerío): -Con que pedís libertad, mucha libertad... No es insólita la exigencia; ni en principio me parece mal. Pero ¿ qué es lo que de verdad buscáis con esa petición? ¿Que os dejen hacer impunemente lo que os dé la gana? ¡Arreglados andaríais vosotros, y arreglada que– daría la sociedad donde vosotros cayerais! Para 153