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dudar de que bastante de todo «esto» está cau-• sando lamentables efectos en espíritus que tenían buena disposición para los mejores caminos. La alarma cunde, por ejemplo, ante la baja constante de las «vocaciones» en viejos países católicos ... Pero ¿hay derecho a extrañarse? ¿Cómo abrazar un género de vida que, además de resultar muy arduo para la naturaleza, aparece «ahora» como no merecedor de particular estima y dudosamen– te eficaz para vincularse mejor a Dios? Yo creo que bastantes almas de las que un día. renunciaron al matrimonio, para que Dios fuera la razón total de su vivir, tienen que sentirse aho– ra como «acomplejadas», oyendo o leyendo las. cosas que tanto gustan de decir o escribir ciertos hombres de Iglesia; y es natural que se pregun– ten si no tuvieron la peor equivocación de su exis– tencia, en aquello mismo que ellas creían un gesto de suprema generosidad. La virginidad o castidad perpetua ¿no sirve más que para traer riesgos o complicaciones? Pues entonces ... La enseñanza de la Iglesia ha sido siempre muy distinta. Pero lo que ahora da patentes de moder– nidad, de aguda inteligencia y de apertura de es– píritu es precisamente discutir -y si es posible desechar- todo lo que se venía católicamente creyendo o enseñando. Por eso no puedo ocultar que el domingo 6 de marzo escuché con verdadero gozo la Segunda Conferencia Cuaresmal de Notre Dame (la cate– dral de París). Estas Conferencias de Cuaresma, inauguradas hace ya más de un siglo por el padre Lacordaire, han alcanzado fama en todo el mundo y significan no poco en el catolicismo francés. Este año, como en los siete precedentes, han es- 147
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