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EL ESCANDALO DE LA VIRGINIDAD E L grito de «¡Abajo la virginidad!» yo no se lo he oído todavía a nadie -no estoy segu– ro de que nadie lo haya lanzado aún; digo sólo, que yo todavía a nadie se lo he oído-; pero flota en el ambiente. ¿También en el ambiente «católico»? Sí, tam– bién en el ambiente católico. Y más aún, hasta en un cierto ambiente clerical. .. Por ahí andan miem– bros del clero que disimulan mal su poco o nin– gún aprecio por la castidad como norma estable de vida, y no pierden ocasión, en cambio, de pon– derar los «valores» de un vivir «más conforme a la naturaleza», es decir, un vivir en que el factor sexo tenga relevante importancia. Un desaforado interés por lo sexual nos invade: libros, artículos, conferencias, debates, anuncios ... ¡Cualquiera di– ría que ahí está la clave y el centro de todo en el hombre! Yo no sé si «esto» ayuda de verdad a los casa– dos a vivir mejor su matrimonio; pero no puedo 146

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