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entre unos y otros multitud de amores, que pare– cerán corrientitos y nada extraordinarios a quie– nes los miran desde fuera, pero que serán vividos como la mejor aventura del mundo por quienes se mueven dentro de su llama. «Gran cosa es el amor.» Hay que contar siempre con él. Está a la raíz de innumerables cosas en la vida, es lo que más ilu– siones de felicidad produce (hasta el punto de que los seres humanos no pueden imaginarse una fe– licidad cumplida, sino es en el disfrute de un gran amor), y ha adquirido de hecho -o tiene por de– recho- una absorbente preponderancia en el con– fuso orbe de lo humano. Sin embargo, los libros y las almas están llenos de quejas y de decepciones en cuanto al amor. Tan pronto se esperan inmensas cosas de él, como se grita contra él, descalificándolo casi en abso– luto: Muchachas enamoradas, cantad. Seguid reverenciando la primavera y el amor... ~ todos los grandes nombres altisonantes, bajo los gigantescos símbolos que acaban destruyéndonos ... Y o cierro la boca y me callo. ¡Al diablo con todo!» (Susana March, Esta mujer que soy.) Sin llegar a tanta amargura, muchísimas, innu– merables personas podrían atestiguarnos su de– cepción; los resultados en que se van traduciendo 136

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