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nes que vivir de lleno tu propia vida. ¿Quién se preocupa ahora de la vieja y ñoña moral? Afor– tunadamente hemos progresado lo bastante, para hacer sin disimulos lo que nos dé la gana.» Bonito e ingenioso, esto de «poder hacer sin di– simulos lo que nos dé la gana», ¿no? Lo que no tiene nada de bonito es el resultado. «La vida es un cochino morirse de aburrimiento», definía uno. «Maldita sea la hora en que mi madre me trajo a este mundo», vociferaba otro (bueno, él lo decía de otra manera) ... El hastío, la náusea, un mise– rable cansancio animal, es el término de todo en– tregarse a vivir sin espíritu y sin norma. Menos mal, que siempre quedan algunos que no han querido «progresar lo bastante ... ». Como aquel combatiente rumano de nuestra Cruzada Nacional que cayó en fas tierras madri– leñas de Majadahonda, después de haber escrito estas palabras: «No tenemos otro ideal que mere– cer de Dios la suerte de morir destrozados y tor– turados por la chispa de la verdad que sabemos existe en nosotros, y por cuya defensa nos hemos enrolado en el combate a vida o muerte contra el poder de las tinieblas. Amo la vida; pero estoy dispuesto a darla por lo que vale más que ella.» 134
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