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ángeles en apartado castillo, dentro de un fantás– tico reino. Para su servicio o custodia existía una selectísima agrupación de paladines, flor y nata de la Caballería. Llegar a ver el Santo Grial era para los cristia– nos de entonces la dicha mayor que podía soñarse en la tierra... Mas no todos estaban en condiciones de alcan– zarla. Unicamente los que a un temple heroico juntasen un corazón puro lograrían tener éxito en la empresa de llegarse al santo Cáliz. ¡Qué necesidad tenemos hoy de que brote ava– salladora por algún sitio una nueva leyenda del Santo Grial! A ver si tantos jóvenes de corazón marchito, sucio, sienten el estremecimiento de un nuevo entusiasmo, que les arranque de su miseria para arrebatarles hacia empeños de altura. Entregarse a lo más fácil, a lo que hacen casi todos, no ha conducido nunca a nada. Todo cuan– to de grande y de bello tenemos aún por el mun-– do lo debe el género humano a los que no supie– ron resignarse a marchar como gregarios en pos del rebaño que forman los inútiles y los como-– dones. 1311

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