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PENSANDO EN TI, MUCHACHO S E habla y escribe mucho, quizá demasiado, sobre la juventud. Me da que pensar. Y algunas veces me pregunto si esto no será indicio de una cierta de– crepitud en nuestros pueblos occidentales. Nunca se estiman y ponderan tanto ciertas co– sas como cuando las vemos perdidas o en trance de perderse: el pan, la paz, la salud... ¿Qué podrá significar, en el fondo, la actual sobreestima y exaltación de todo lo joven? Durante muchísimo tiempo -que tal vez haya coincidido con la edad juvenil de las promociones humanas-, las «venerables canas» eran tenidas en el máximo aprecio. Ahora, lo contrario: el que sea «un viejo» quien dice o hace (lo que sea), des– califica ya ante muchos los mejores hechos y los más acertados dichos. Sólo vale la pena lo que traiga consigo cada «nueva ola». Podría ocurrir que en el conjunto del género humano se estuviera dando lo que se da tantas 129 9