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obra de Dios en su origen, está de hecho en situación de «perdido»; pero con posibilidades de ir siendo «mejor», gracias a nuestro esfuerzo. El mundo, obra de Dios. Ahora parece naturalísimo el talante espiritual que vibra en el salmo 8. Pero ese salmo, el espí– ritu que revela, ha de considerarse como un pro– digio de luz en la oscura humanidad de aquellos tiempos tan lejanos. Los hombres y pueblos de entonces miraban al mundo de la naturaleza como un conjunto de po– deres misteriosos, frecuentemente amenazado– res ... , a los que había que eludir o hacer propi– cios. El salmista hebreo, bajo la inspiración de lo alto, ha pasado largos ratos de meditación frente a la enorme realidad que le rodea... ; se ha sumer– gido en la claridad de los mejores días, ha con– templado el cielo impresionante de tantas no– ches ... , y ha entendido, colmado de gozo y admi– ración, la verdad: «Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre por toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que Tú has creado ... » Nada de poderes misteriosos, adversos e irre– sistibles, sino un bello mundo, que Dios ha puesto en marcha «para el hombre», esta criatura cuan– titativamente tan insignificante, pero a la que Dios ha querido distinguir entre todas ... -«¿Qué es el hombre, para que te acuerdes el ser humano, para darle así poder? [de él; 120
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