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«CANTA, VAGABUNDO ... » E N no pequeña dimensión, a todos nosotros, J como criaturas en tránsito por el «aquí» y el «ahora», nos alcanza esto de ser vaga– bundos ... , y será buen· acierto que vayamos can– tando -hasta nuestras miserias- por el mundo. Este mundo ... Empecemos por considerarlo como nuestro: «A imagen tuya, Padre Santo, creaste al hombre, y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a Ti, su creador, dominara todo lo creado» (IV Plegaria eucarís– tica). En la Iglesia de estos últimos lustros se ha pro– ducido un extraordinario cambio de actitud hacia «el mundo»: a una actitud de recelo y esquivez, ha sucedido, en amplios sectores, otra de abierto favor (que en algunos espíritus, poco equilibra– dos, ha llegado hasta las más ridículas o dañosas desmesuras). Para no desviarnos, ni en el entusiasmo ni en el recelo, pensemos que el mundo, 119

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