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La sabiduría no puede confundirse con la cien– cia, y mucho menos con erudición o información. Hay muchos enterados, y muchos eruditos, y has– ta muchos científicos, que no tienen nada de «sa– bios». No se trata de acumular conocimientos, sino de llegar al Conocimiento; no se busca tanto unos saberes especulativos sobre todo lo que se pueda saber, cuanto un saber de la vida y para la vida. O lo que es lo mismo, un «saber a qué ate– nerse» ... , para acertar en caminos, actitudes y de– cisiones. Sólo instaladas en un saber así, podrán las vi– das ir transcurriendo sosegadas y fecundas. Es lo que apuntaba nuestro admirable Fr. Luis de ,León eón aquel su famosísimo desahogo: « ¡Qué descansada vida, la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!» ¡Descansada vida! Un vivir sereno, sin descon- cierto ni ansiedades ... , que no es lo mismo que un vivir en ociosidad, sin actividades de produc– ción. Las vidas laboriosas y fecundas -hasta las muy laboriosas y fecundas- pueden ser también vidas «descansadas», en cuanto no se dejan sa– cudir por las tercianas del desasosiego. ¡Qué fá– cilmente confundimos una biografía apretada con una vida colmada! Y son cosas bastante distintas .. «Huir del mundanal ruido» no exige apartarse de los hombres que lo producen: basta con sus~ traerse a su agitación. 115

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