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taller de tejedor buscando palabras, construyen– do frases, que lentamente dictaba a su amanuen– se. Este, sentado en el suelo, en un ángulo, tenía sobre las rodillas, juntas, su tableta de escritor, y a la luz de un candil trazaba pacientemente le– tras y más letras sobre el papiro» (Ricciotti, «Pa– blo Apóstol», núm. 431). Fruto de aquellas sacrificadas noches de labor es un escrito que nos transmite latidos de la Igle– sia en «la frescura vigorosa de sus orígenes», cuando aún no habían podido pegársele gangas ni adherencias. Se nos dicen en él cosas que ahora nos parecen demasiado elementales; pero que de– bemos ver como definitivas, porque están en la misma contextura sustancial de la actitud cris– tiana. Ya en la primera página dice el Apóstol a aque– llos neófitos de Tesalónica: Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que ha de venir de arriba... Me parece que tenemos aquí tres cosas, que ver– daderamente definen el ser cristiano, que no pue– den disolverse, sin que se desmorone en los espí– ritus el genuino cristianismo. Paso de los ídolos a Dios.-Es un movimiento que hay que estar haciendo de continuo. La vieja idolatría de entonces ya se ha derrumbado; pero nos quedan otras muchas idolatrías no menos pe– ligrosas: el YO, la CARNE, el DINERO... , y mul– titud de idolillos, que nos fabrica el cine, la publi– cidad, la canción, el deporte. Masas de inconscien– tes o mentecatos, enormes masas, dan mucho más 106

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