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Pero en la Fe, junto a la ventura, se da la aven– tura, el riesgo. Recuerdo a un Pastor protestante francés que cierto día de 1966 hacía comentarios sobre el tex– to del Génesis 3, 1-5. Es la hora y escena de la primera tentación, en el Edén. La «serpiente» -espíritu del mal- logra enredar a Eva en un diálogo peligroso ... : «Entonces Dios os ha dicho ... ¿Es que realmen– te Dios os ha dicho ... ?» He aquí un golpe maestro del tentador. Susci– tar la duda, no sólo sobre la verdad de lo que Dios haya dicho, sino sobre que Dios haya habla– do de verdad. Toda la construcción de la Fe se levanta sobre el hecho de que Dios ha hablado, sobre lo que Dios nos ha dicho: meted aquí una seria duda, y entonces ... Nos quedamos contemplativos y asombrados ante el conjunto de una gran catedral; pocas obras del hombre pueden compararse con ella. Pero hurgad en sus cimientos, arrancad de allí unas pocas piedras clave, y la obra de siglos se puede derrumbar en contados minutos. La fe de muchos también se derrumba, o al me– nos se tambalea... ¿No será porque una «conta– minación» ambiental de dudas, ambigüedades e insidiosos interrogantes están atacando hoy la piedra del fundamento mismo de nuestra FE? Caminar «en fe» no es marchar asegurados ya de todo riesgo, inmunizados contra desfalleci– mientos y crisis. Aquí la salvación no puede venir ni del mucho discurir ni del mucho valer... Tiene que venirnos 98

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