BCCCAP00000000000000000000748

con el hermano Adam de Oxford a una verja y en la puer– ta estaba pintado un crucifijo y cualquiera que quería entrar debía besar la cruz. El hermano Adam de Oxford besó el crucifijo y entró en primer lugar; el otro hen:na– no Adam ie siguió, después de haberlo besado a su vez. Pero el primero descubrió luego una escalera en espiral y la subió tan rápidamente que en un abrir y cerrar de ojos desapareció de la vista del segundo. Este, entonces, gritó: "¡Sube más despacio! ¡Sube más desps.cio!". Pero nunca más volvieron a juntarse. Esta visión podía apa– recer muy clara a todos los hermanos que en aquel tiem– po estaban en Inglaterra. En efecto, después de su in– greso en la Orden, el hermano Adam de Oxford partió a reunirse con el papa Gregario IX, quien, tal como lo ha– bía deseado, lo envió como misionero entre los Sarrace– nos 19 ; pero murió en Barletta, como lo había predicho a sus compañeros; se dice que después llegó a ser famoso por sus milagros. Adam de Marsh entró después en la Orden en Wor– cester, sobre todo empujado por el celo de un gran amor por la pobreza. Después de éstos, entró el hermano de Reading, abate de Osney, quien nos dejó ejemplos de toda perfec– ción. Y después de él vino también el maestro Ricardo Rufus, famoso tanto en Oxford como en París. 19 Gregorio IX, al comenzar la primavera de 1232 envió di– versos grupos de hermanos menores cerca del Sultán de Damas– co y otros príncipes mahometanos. El hermano Adam de Oxford (o, para otros, de Exonia, Exeter), entró en la Orden quizás pa– ra poder ejecutar más fácilmente su deseo de ir entre los mu– sulmanes. 90

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz