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ñor Guillermo de York, gran bachiller. Este maestro Adam famoso en todo el mundo, había hecho voto de cumplir cuanto se le pidiere por amor de Nuestra Seño– ra; lo había dicho a cierta reclusa con la que tenía con– fianza. Pero ella reveló el secreto a sus amigos, a saber a un monje de Reading y a algunos Cistercienses y a un hermano predicador, diciéndoles que podían sacar pro– vecho de tal hombre, porque no quería que se hiciese hermano menor. Pero cada vez que uno de ellos se le acercaba, Nuestra Señora no permitía que pidiese una cosa semejante por su amor y siempre difería aquella petición para otra ocasión. En efecto, el maestro Adam tuvo una visión: una noche debía atravesar un puente en donde algunos hombres sumergidos en el agua ten– dían redes con el fin de capturarlo; y a pesar de esto, logró escapar con gran dificultad y llegó a un lugar com– pletamente tranquilo. Conque, mientras que por un designio de Dios lo– graba escapar de las otras Ordenes, por casualidad fue a ver a los hermanos menores; y mientras le hablaba el hermano Guillermo de Colville, el viejo, hombre de gran santidad, entre otras cosas, le dijo: "Maestro carísimo, por amor de la Madre de Dios entra en nuestra Orden y prestigia nuestra simplicidad". Apenas oyó estas pala– bras, como si las hubiese escuchado de los labios de la Madre de Dlos, aceptó en seguida y, como ya se ha di– cho, entró en la Orden con gran edificación del clero. 20. El ya era entonces compañero del maestro Adam de Marsh y partícipe de todos sus bienes; con la ayuda de la gracia de Dlos y con sus maneras persuasivas, logró convencerlo de que también entrara en la Orden, no mu– cho después de que él lo hiciera. Después, una noche, el hermano Adam de Marsh tuvo una visión; había llegado 89

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