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56,2). El Señor Jesús respondió: "Puesto que siempre me pediste afligirte en esta tierra (cfr. Dn 10,12) y hacerte expiar completamente los pecados, te he mandado este sufrimiento, sobre todo porque has perdido tu amor de antes (Ap 2,4) y no has hecho, como debías según tu vocación, dignos frutos de 11enitencfa (Mt 3,8), y porque has sido demasiado indulgente con los ricos en la impo– sición de la penitencia". San Pedro agregó: "Además has de saber que has pecado gravemente al juzgar al hermano Juan de Chichester que murió recientemente. Y ahora ruega a Dios que te dé una muerte como la que tuvo este hermano". Y el hermano Salomón, llorando, rezó: "¡Ten piedad de mí, dulcísimo Señor, ten piedad de mí también tú, dulce Jesús!". Sonriendo, Jesús lo mi– ró con rostro tan tranquilo, que toda la angustia ante– rior desapareció de su corazón, con el alma llena de gozo concibió una firme esperanza de su salvaci.ón . Y en se– guida llamó a los hermanos y les contó lo que había vis– to; ellos quedaron muy consolados. 16. Adición. Es digno de recordar el hecho de que, cuando los hermanos estaban en Cornhill, vino un día el diablo visiblemente y dijo al hermano Gilberto de Vyz, mientras estaba sentado muy solo: "¿Crees escaparte de mi? Toma esto por ahora"; y le tiró encima un puñado de piojos, y desapareció. 17. El segundo hermano que fue aceptado en la Orden por el hermano Agnelo fue el hermano Guiller– mo de Londres, que estuvo mudo durante un cierto pe– ríodo de tiempo, pero en Barking recuperó el uso de la palabra por intercesión de santa Etelburga, según me dijo él mismo. También había sido amigo del juez de Inglaterra, Humberto de Burgh y, aunque laico y culto, 86

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