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de un encuentro amigable podía convencerle de que aceptara el cargo. Viniendo, pues, el ministro a Erfurt y convocando para este fin al hermano Jordán, comenzó a hablar con el hermano Nicolás sobre la necesidad de que aceptase el cargo de la custodia de Sajonia. Pero él se excusaba humildemente declarándose incapaz pa– ra todos los oficios, como el que no sabía ni de números ni de cuentas, y que no era ni señor ni prelado. Enton– ces el ministro lo cogió desprevenido en sus propias pa– labras y con ánimo casi indignado le dijo: "¡Con que no sabes ser señor! ¿Acaso somos señores los que tene– mos cargos en la Orden? Por eso, hermano, reconoce in– mediatamente tu culpa porque haS' considerado señorío y prelatura los oficios de la Orden, que deberían lla– marse más bien cargas y servicios". Y cuando hubo di– cho con mucha humildad su culpa, el ministro le asig– nó, como penitencia, la custodia de Sajonia, y él, arro– dillándose, como siempre era su costumbre, obedeció hu– mildemente. Los hermanos se alegraron muchísimo por su obe– diencia, y celebraron solemnemente el acontecimiento en la iglesia del Espíritu Santo, donde estaban entonces, mientras el hermano Nicolás cantaba la Misa en tono ferial y con ánimo triste. Nombrado, pues, tercer custodio de Sajonia y esta– bleciéndose en su oficio, no descuidó la humildad que siempre había practicado, sino que fue siempre el pri– mero y el más humilde en lavar las escudillas y los pies de los hermanos. Y si, por alguna culpa, imponía a un hermano sentarse en el suelo o la "disciplina", con toda humildad cumplía junto con él la misma penitencia. Y aunque por su cuenta observase en cualquier circunstan– cia la humildad y la obediencia, sin embargo fue un tan 57

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