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ricio 8 9, y para el cual ya habían acudido muchos obis– pos, decidieron acudir al señor obispo de Hildesheim 90 , puesto que veneraba al hermano Santiago como un pa– dre. En realidad, había dado orden a los de su casa que si cualquier hermano quería hablar con él, le avisaran aunque estuviese durmiendo u ocupado en cualquiera otra cosa. Cuando fue despertado el obispo, que ya dor– mía, le comunicaron que el hermano Santiago había muerto. Afligido, lloró ante esta noticia y dijo: "Este es el sueño que he tenido". Y añadió: "Yo mismo iré y lo sepultaré". En verdad, había visto en el sueño a un muerto vestido o envuelto en vestiduras blancas, y había oído que le decían: "Ve a librarlo". Sus restos mortales fueron llevados a la ciudad nueva, a la iglesia de los her– manos, que el mismo hermano Santiago había fundado y hecho dedicar, y ahí fue sepultado con todos los ho– nores. Pero en el año 1238 sus restos y los del hermano Simón, inglés, primer lector de Magdeburgo y tercer mi– nistro, fueron trasladados y sepultados en la ciuds,d vie– ja, donde los hermanos se habían cambiado y todavía residen. 49. Después de la muerte del hermano Santiago, de feliz memoria, los hermanos de Sajonia, bastante turba– dos, suplicaron al hermano Alberto de Pisa, ministro de Alemania, que se dignase proveerles misericordiosamen– te de otro custodio. Entonces el ministro, que se propo– nía enviarles como custodio al hermano Nicolás, guar– dián de Erfurt, conociendo su humildad, no consideró oportuno enviarle una carta, por temor a que, en su hu– mildad, no aceptase tal mandato y recurriese a él. Y por este motivo decidió visitarlo para ver si acaso por medio 56 89 El 22 de septiembre. 90 Conrado de Spira.

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