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con la intención de ir con ustedes", fue conducido ante el hermano Elías. Entonces los hermanos de la Provin– cia a la que había sido destinado, al oír esto, como era débil de salud, y la tierra a la que iban era fría, le insta– ban a que se quedara. A su vez, el hermano Cesáreo se las ingeniaba de mil maneras para llevarlo consigo. El hermano Elías dirimió esta controversia diciendo: "Her– mano, te ordeno por santa obediencia que decidas de una vez si quieres ir o quedarte". Pero él, sujeto a la obe– diencia, como dudara de lo que debía hacer, no se atre– vió a escoger según su conciencia, para no dar la im– presión, en el caso de escoger, de obrar según la propia voluntad. Tenía miedo de ir a causa de la crueldad de los alemanes para no poner en peligro su alma si per– día la paciencia en los tormentos. Y de esta forma, per– plejo entre ambas alternativas y no hallando la solución por sí mismo, se volvió junto aquel hermano, ya proba– do por muchas tribulaciones, el que en Hungría -co– mo ya se ha dicho- había perdido los calzoncillos has– ta quince veces, y le pidió consejo, diciendo: "Hermano carísimo, esto me han mandado, pero tengo miedo de escoger, y no sé qué hacer". Y el otro dijo: "Ve al herma– no Elías y dile: 'Hermano, ni quiero ir ni quedarme, sino que haré lo que me ordenes', y así te liberarás de esa duda". Y así lo hizo. Al escuchar esto, el hermano Elías le mandó, en virtud de la santa obediencia, que se apre– surase a ir a Alemania con el hermano Cesáreo. Este es el hermano Jordán de Giano que les escribe estos recuerdos; el que por semejante aventura llegó a Alemania; que escapó a la furia de los alemanes de quie– nes tenía horror y que con el hermano Cesáreo y los 37

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