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buenos ejemplos. De igual modo hablaba al pueblo, y el pueblo y el clero quedaban edificados. Pero, ¿quién podría explicar cuán grande era, en aquel tiempo, la caridad entre los hermanos, cuánta la paciencia, humildad, obediencia y alegría fraterna? Ca– pítulo igual a este, tanto por la multitud de hermanos, como por la solemnidad de las ceremonias, no lo vi nun– ca en la Orden. Y pese a que era grande la multitud de los hermanos reunidos, sin embargo el pueblo les proveía alegremente, hasta el punto de que, después de siete días de Capítulo, los hermanos se vieron ob11gados a ce– rrar la puerta y a no aceptar nada más, y a quedarse dos días más para consumir las ofrendas ya recibidas 50 • 17. Al final de este Capítulo, o mejor, cuando es– taba terminando, el bienaventurado Francisco recordó que todavía no se había implantado la Orden en Alema– nia. Y como en ese tiempo estaba enfermo 51 , cualquier cosa que quería decir al Capítulo, lo hacía comunicar por medio del hermano Elías. Y, sentado a los pies del hermano Elías, el bienaventurado Francisco le tiró del hibito. Este, inclinándose hasta él, escuchó con atención lo que le decía e irguiéndose, dijo: "Hermanos, esto dice el Hermano" -señalando al bienaventurado Francisco a quien se llamaba por excelencia el "hermano" de los hermanos-: "Hay un país, Alemania, donde viven hom– bres cristianos y devotos que, como ustedes saben, pa– san frecuentemente por nuestra tierra con largos basto- so En Actus, 20 y Florecillas, 18, este famoso "Capítulo de las Esteras" parece pertenecer ya al ámbito de lo poético, gracias también a las noticias provenientes de otros Capítulos generales. 51 Además de la oftalmia que contrajo en Oriente, sufría de fiebres palúdicas que ya nunca lo dejarían en paz. 34
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