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presentación a la Sede Apostólica para obtener su con– firmación, cuando estábamos en un cargo inferior, nos han pedido insistentemente que también expusiéramos los puntos dudosos y oscuros de la misma Regla, y dié– ramos una respuesta acerca de otros puntos difíciles. Pues bien, aunque creamos que el predicho confe– sor de Cristo al dictar aquella orden tuviera una lauda– ble intención y que ustedes igualmente se interesen por atenerse fielmente a sus justas órdenes y a sus santos deseos, sin embargo, nosotros, preocupados de los peli– gros de las almas y de las dificultades en que pudieran caer debido a estas cosas, alejando la duda de sus cora– zones, afirmamos que no están obligados a la observan– cia de esta orden 31 , por dos motivos: él no podía obligar sin el consentimiento de los hermanos y principalmente de los ministros, porque concernía a todos; ni obligaba ciertamente de ninguna manera a su sucesor, teniendo en cuenta que no hay poder de uno sobre otro entre quienes tienen igual autoridad. 4. En segundo lugar, algunos de sus hermanos, co– mo hemos oído de los predichos delegados, dudan si están obligados tanto a los consejos como a los precep– tos evangélicos, sea porque al inicio de su Regla se dice: La Regla y vida de los hermanos menores es ésta: ob– servar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad; sea porque al final de la misma Regla se dice: Observe– mos la pobreza y humildad y el szinto Evangelio de nues– tro Señor Jesucristo, como firmemente hemos prome– tido. 31 Se entiende el Testamento, como ha sido explicado más arriba. 272

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