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sas que ven ser impedimento al progreso en la salvación; sucede por eso que tantas cosas que a los demás perma– necen ocultas, a veces el espíritu las manifiesta en su conciencia. Pero cuando el esplendor de la inteligencia espiritual es cubierta por la oscuridad de la humana debilidad, se adelanta a veces el escrúpulo de la duda lanzando al camino dificultades casi insolubles. 2. En efecto, poco tiempo ha, venidos a nuestra presencia los delegados que ustedes, hijos ministros pro– vinciales, que estaban en el Capítulo general, han envia– do, y con ellos personalmente también tú, hijo ministro general, nos han expuesto que en su Regla hay algunas cosas dudosas u oscuras y otras difíciles de entender. Tanto más que el bienaventurado confesor de Cristo, Francisco, de santa memoria, no queriendo que su Re– gla fuera sometida a explicación a través de la inter– pretación de ningún hermano, próximo al término de su vida ordenó -y tal orden se llama Testamento-, que no se hicieran glosas (comentarios explicativos) a las palabras de la misma Regla, y que no se dijera, sirvién– donos de sus palabras, que así o así deben ser entendi– das, añadiendo que los hermanos no debían pedir cartas a la Sede Apostólica, y poniéndoles también otras cosas que no podrían observarse sin grande dificultad. 3. Por estos motivos, inseguros sobre si están obli– gados a la observancia de dicho Testamento, nos han pedido que alejáramos con nuestra autoridad tal duda de su conciencia y de la de los demás hermanos. Y ya que, con motivo de la larga familiaridad que el mismo Santo tuvo con nosotros, hemos conocido más plenamente su intención, y además estuvimos cerca de él durante la redacción de la predicha Regla y en la 271

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