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Y allí, construido el altar de su corazón para el Señor, ofreció sobre él los aromas de sus devotas ora– ciones, que los ángeles habrán llevado a la presencia del Señor con sus manos, ya próximo a ser conciudadano de los ángeles. 5. Mas para que no le aprovechara sólo para sí mismo allá en el monte 25 , unido en el abrazo sólo de Raquel (cfr. Gn 29), es decir de la contemplación, bella, pero estéril, descendió a la casa prohibida de Lía, para conducir el rebaño fecundo de los hijos gemelos al inte– rior del desierto para buscarles los pastos de vida, a fin de que allá, donde es alimento el maná celestial para quienes se han separado del estrépito del mundo, ente– rrando sus semillas con abundancia de lágrimas ( Sal 125,5-6), pudiera recoger con gozo gavillas para el gra– nero de la eternidad, él, destinado a ser colocado entre los príncipes de su pueblo, coronado con la corona de la justicia. Ciertamente, él no buscó su propio interés sino más bien el de Cristo (Flp 3,21) y le sirvió como abeja labo– riosa; y, como lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena (Si 50,6), y como sol que brilla sobre la Iglesia de Dios, tomó en sus manos la lámpara y la trompeta para atraer a la gracia a los humildes con las pruebas de sus obras luminosas, y sacar a los endureci– dos en el mal de sus graves culpas atemorizándolos con duro reproche. 2s Después de la exaltación del Santo por su vida de riguro– sa ascesis evangélica, Gregorio IX pasa a exaltar la misión de Francisco en la Iglesia. 267

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