BCCCAP00000000000000000000748
formándose con Aquél que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre (2 Co 8,9), las despreció, las dio a los pobres, para que así su justicia permanezca para siempre (Sal 111,9). Y aproximándose a la tierra de la visión, en el mon– te que le había sido mostrado (Gn 22,2), es decir a la excelencia de la fe, ofreció en holocausto al Señor su carne, que en un tiempo lo había engañado, como hija unigénita, a semejanza de Jefté (cfr. Je 11), poniéndola bajo el fuego de la caridad, macerando su carne con el hambre, la sed, el frío, la desnudez, las muchas vigilias y ayunos. Y habiéndola así crucificado con los vicios y concupiscencias (Ga 5,24), podía decir con el Apóstol: No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20). Y verdaderamente ya no vivía para sí mismo, sino más bien para Cristo, que murió por nuestros pecados y fue Jt'esucitado para nuestra justificación (Rm 4,25) pa– ra que de ninguna manera sirvamos más al pecado (Rm 6,6). Derribando también los vicios, trabó batalla contra el mundo, la carne y las potestades celestiales; y renun– ciando a la mujer, a la casa de campo y a los bueyes, que mantuvieron alejados a los invitados de la gran ce– na (Le 14,15-20), con Jacob se levantó ante la orden del Señor (cfr. Je 35,1-11) y, recibida la gracia del Espí– ritu septiforme, asistido por las ocho bienaventuranzas evangélicas, se elevó a través de los quince grados de las virtudes, indicadas místicamente en los Salmos, hacia Betel, la casa del Señor, que él mismo le había prepa– rado. 266
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz