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tria, y la reconciliara con Dios amonestándola con asi– dua exhortación. 3. El, escuchando la voz del amigo que lo invitaba en lo íntimo del corazón, se levantó sin demora, rompió las ataduras del mundo lleno de seducciones, como otro .Sansón informado por la gracia divina (Je 15,14) y, lleno del Espíritu de fervor, tomó una quijada de asno (Je 15,15), con una predicación hecha de simplicidad, no adornada con los colores de la persuasiva sabiduría humana (1 Co 1,17), sino con la poderosa fuerza de Dios, que escoge las cosas débiles del :mundo para confundir a las fuertes (1 Co 1,27), derribó no sólo mil, sino mu– chos miles de filisteos, con el favor de Aquel que toca los montes y echan humo (Sal 103,32), y redujo a la servidumbre del Espíritu a los que antes servían. a las inmundicias de la carne. Y habiendo muerto a los vicios y viviendo. ahora para Dios y no ya para sí mismo, des– de el momento en que la parte peor había perecido, sa– lió de la misma quijada (cfr. Je 15,19) agua copiosa, que refocilaba, lavaba y fecundaba a cuantos estaban caídos, sucios y agostados; aquella agua que, subiendo a la vida eterna, se puede comprar sin plata y sin otro g·asto (Is 55,1); sus riachuelos expandiéndose por don– de irrigan la viña, extendiendo sus sarmientos hasta el mar, hasta el río sus :renuevos (Sal 79,12). 4. Finalmente, éste imitó los ejemplos de nuestro padre Abraham, saliendo espiritualmente de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre, para dirigirse a la tierra que el Señor le había mostrado (Gn 12,1) con su divina inspiración. Para correr más expeditamente hacia el premio de la vocación celestial (Flp 3,14), y poder entrar más fácilmente por fa puerta estrecha (Mt '7,13 ), abandonó el bagaje de las riquezas terrenas, con- 265

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