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Puestos como custodios y trabajadores de la viña del Señor, aunque sin mérito nuestro, estamos en el de– ber de enviar a ella operarios, confiriendo a cada uno los ministerios en base a las actitudes de cada cual, pa– ra que según ellas puedan desarrollar mejor su labor. Por lo tanto, teniendo presente que ustedes han re– nunciado a ustedes mismos y han ansiado entregar su alma con el fin de conquistar para el Señor las almas de los demás, puesto que es sabido que ningún sacrificio es más agradable a Dios que el bien de las almas, la auto– ridad apostólica los envía al reino de Miramamolín, pa– ra que, anunciando el Evangelio del Señor Jesucristo, en cuanto se lo conceda, conviertan a los infieles, levanten a cuantos han caído renegando de la fe, sean el sostén de los débiles, el consuelo de los temerosos y el coraje de los fuertes. Para que puedan ejercer su ministerio con mayor seguridad, les concedemos que puedan, pero sólo en aquella región, predicar, bautizar a los Sarracenos que vengan a nuestra religión, reconciliar a los apóstatas, Estas expediciones misioneras fueron posibles debido a un período de relativa paz y tolerancia de los musulmanes después del martirio de los protomártires franciscanos (cfr. AM, I, anno 1220, XLVIII, p. 393). Muchas veces la Sede Apostólica se valdrá de los hermanos para llevar a cabo intentos de conversión y pactos de paz con los príncipes musulmanes, como se puede advertir en Eccleston, Salimbene y en otras fuentes. La Sede Apostólica se servirá de los hermanos menores tam– bién para otras misiones delicadísimas; cuando, por ejempdo, envía a dos hermanos portadores de una carta firme y amenaza– dora al emperador Federico II que ha usurpado los derechos del clero en Sicilia y en las Pullas (cfr. bula "Ascendit ad nos" de Gregario IX, del 7 de mayo de 1228; BF, I, p. 41). 260

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