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te en subrayar que así debe ser, haciendo un firme re– proche a aquéllos que se muestran reacios a dedicarse a la obra de la salvación de las almas, aun cuando la vo– luntad de los superiores se los solicita, prefhiendo el ocio; pero no perdona a quienes se entregan con presun– ción a la predicación sin estar preparados y sin la auto– rización de los superiores; la observación se aplica a cualquier modo de presencia en el mundo: 3. Puesto que está escrito: ¿Cómo predicarán si no son enviados? (Rm 10,15 ), el hermano no debe atribuir– se a sí mismo este oficio, sino esperar la autorización del superior ... No se apresuren, pues, a salir, ni salgan si no son enviados por la obediencia. Desgraciadamente, algunas veces, y no sin grave escándalo de muchos, cier– tos religiosos pululan por las plazas de las ciudades, los puertos, los palacios de los príncipes, las casas de los prelados, y no por necesidad, sino por curiosidad o por el deseo de buenas comidas ... (p. 117). Y otra observación negativa más, aunque expresada en forma general: 4. No llamaré pobres a aquéllos que, mientras po– drían vivir con el trabajo de sus manos, en cambio, van a mendigar. A estos habría que catalogarlos, no entre los pobres, sino entre los ladrones. Cuando piden un pan a los demás, ¿no merecerían que se les respondiera: "Tra;.. bajen por nosotros, ya que pueden hacerlo?" (p. 119). La última observación es sobre la necesidad de de– dicarse al estudio, sin perde1·, con todo, el espíritu de simplicidad: 245

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