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rar a la hormiga, que es pequeña como insecto, pero tra– baja no poco para juntar y prepararse el alimento. Otros son débiles y enfermos, y no están en condiciones de tra– bajar y de llevar las cargas de los demás ni de hacer grandes penitencias. Pero no deben desconfiar de la mi– sericordia divina: cuanto menos tienen de propio, tanto más recuperan de las fatigas de los demás. Esto es pre– cisamente la Comunión de los Santos, y mayormente de aquéllos que sirven al Señor en una única familia, por– que sus méritos son comunes a todos; asimismo, se dan partes iguales a quienes marchan en las primeras filas para la batalla y a quienes están abrumados por la fati– ga del transporte y la custodia del bagaje. Si, por lo tanto, el tejón, pequeño y sin fuerzas, no puede dedicar– se al ayuno, a las vigilias y a las penitencias, no se deses– pere ni abata, sino ponga su morada en la piedra y re– pose en la misericordia de Cristo, que padeció en la cruz por nosotros y suplicó por todas nuestras debilida– des. Luego, otros son aptos para la fatiga y se esmeran en la meditación, en la lectura y en la oración, y con las plumas de la razón y del intelecto se elevan a las cosas celestiales. Estos se asemejan a las langostas, debido al salto de la contemplación y al vuelo de la vida sublime. Otros, en fin, salen para darse a la predicación y acti– vamente se empeñan en la obra de la salvación de las almas. Estos, si bien pueden apoyarse en sus manos, a la manera de la tarántula, sin embargo penetran en la casa del Rey celestial, porque entretienen siempre su co– razón en pensamientos celestiales y esperan como pre– mio a sus fatigas la vida eterna (pp. 115-116). Describe con precisión la vida franciscana como unión de contemplación y actividad apostólica, e insis- 244
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