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mienzan a contradecir abiertamente a Mahoma como engañador y pérfido. Entonces aquellos impíos se levan– tan contra ellos, los persiguen y los echan fuera de sus ciudades; y los hubieran matado incluso, si Dios no los hubiera protegido de manera prodigiosa. 16. Esta es la santa Orden de los hermanos meno– res, ésta es la maravillosa religión de los hombres apos– tólicos 17 , digna de ser imitada. Creemos que a éstos Dios los ha suscitado en estos últimos tiempos contra el hijo de la perdición, el Anticristo y sus discípulos sin fe. Estos, como fuertes atletas de Cristo, son la guardia del cuerpo de Salomón (Ct 3,7), y, constituidos en cus– tcdios de los muros de Jerusalén, pasan de una puerta a otra (Ex 32,27), armados de espada, para que nunca cesen las divinas alabanzas y los santos coloquios de día y de noche; levantan su voz, fuerte como cuerno, para vengarse contra las naciones y corregir a los pueblos (Is 58,1); y no privan a su espada de sangre (Jr 48,10), matando y devorando; recorren la ciudad en todos los sentidos, prontos a sufrir el hambre como perros erran– tes (Sal 58,7-15). Estos, verdadera sal de la tierra (Mt 5,13 ), elaborando alimentos de suavidad y salvación, conservan los manjares, disuelven el hedor de los gusa– nos y la hediondez de los vicios. Y como luz del mundo (Mt 5,14), a muchos iluminan en la ciencia de la ver– dad y los encienden e inflaman del fervor de la caridad. 17 Si en las dos Cartas Jacobo de Vitry no insiste en carac– terizar la "religión" de los hermanos menores como una verda– dera Orden, aquí (como por lo demás, y con mayor fuerza, en virtud de la imagen y de la comparación con las demás Ordenes ya existentes) demuestra considerar al movimiento franciscano como una verdadera y nueva Orden, tanto espiritual como jurí– dicamente. 241

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