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moniales o de otra profesión religiosa. A éstos no pue– den ni deben admitirlos, sin haber obtenido antes la licencia de sus esposas o de sus superiores. 11. A todos los demás, en cambio, los acogen en el regazo amplísimo de su religión, con tanta mayor con– fianza y sin ninguna dificultad ni molestia, cuando no están angustiados por ningún temor material, porque se abandonan en las manos de la divina providencia y mu– nificencia, por cuyo sustento debe Dios preocuparse. Contentos de haber procurado a .los que vienen a ellos una túnica y una cuerda, los confían para todo lo demás al cuidado de Dios. 12. Y verdaderamente el Señor ha restituido con tanta evidencia el céntuplo en este mundo a sus siervos. que caminan por este camino, posando sus ojos en ellos, que reconocemos realizado plenamente en ellos aquel dicho de la Escritura: El Señor ama al peregrino a quien da pan y vestido (Dt 10,18). En efecto, se consideraban afortunados aquellos de quienes estos siervos de Dios aceptan el don de la hospitalidad o la limosna. 13. Y no solamente los Cristianos, sino hasta los. Sarracenos y los demás hombres envueltos aún en las. tinieblas de la incredulidad, cuando ellos se presentan para anunciar intrépidamente el Evangelio, se sienten llenos de admiración por su humildad y perfección, y de buena gana y con gozo los acogen y les proveen de lo necesario.

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