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otra especie de posesiones, y ni siquiera donde reclinar la cabeza (Le 9,58). No usan vestidos de pieles o de lino, sino solamente túnicas de lana con capucho, no añaden capas o palios o cogullas u otra clase de vestidos. 8. Si son invitados por alguien a comer, comen y beben de lo que se les pone delante (Le 10,7); y si al– guien les da misericordiosamente alguna cosa, no lo guardan para mañana. 9. Una o dos veces al año, en tiempos establecidos. se reúnen en un lugar previamente designado, para cele– brar el Capítulo general, excepto aquéllos que estuvie– ran demasiado lejos o separados por el mar. Después del Capítulo, son nuevamente enviados por sus superiores de a dos o más, a las diversas regiones, provincias y ciudades. 10. Y no sólo con la predicación, sino también me– diante el ejemplo de su santidad y de una vida religio– sa perfecta, invitan a los hombres al desprecio del mun– do, y no sólo a los humildes sino también a los ricos y nobles. Muchos de ellos han abandonado las ciudades, los castillos y sus extensas posesiones y, cambiando las riquezas materiales por las espirituales -¡feliz permu– ta!- han vestido el hábito de los hermanos menores, a saber, la túnica de vil precio, que ellos se ponen enci– ma, y la cuerda con la que ciñen la cintura. Y, a la ver– dad, en poco tiempo han crecido tanto en cantidad, que no hay provincia de la cristiandad en la que no haya al menos algunos de ellos. A quienes lós miran, ellos ofre– cen, como un espejo limpísimo, la imagen del desprecio de las vanidades del mundo; sobre todo porque no cie– rran a nadie la puerta de entrada en su religión, excepto a aquéllos que estuvieran ligados con vínculos matri- 238

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