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escucha invita a otros, diciendo: Ven, y verás con tus propios ojos 2 • 9. Estos viven según el modelo de la Iglesia primi– tiva, de quienes se escribe: "La multitud de los creyen– tes tenía un solo corazón y una sola aLma" (Hch 4,32) 3 • De día entran en las ciudades y aldeas, afanándose ac– tivamente por ganar a otros para el Señor 4; por la no– che vuelven a los eremitorios o a lugares solitarios para entregarse a la contemplación. 10. Las mujeres moran en comunidad en varios hospicios no lejos de las ciudades. Nada reciben, sino que viven del trabajo de sus manos. Y se duelen y se tur– ban en gran manera a causa de que los clérigos y laicos las veneran más de lo que ellas quisieran 5 • 11. Los hombres de esta "religión" se reúnen una vez al año, con mucho lucro, en un lugar determinado, para alegrarse en el Señor y comer juntos, obteniendo de estos encuentros notables beneficios. Allí, sirviéndose del consejo de personas expertas, hacen y promulgan santas normas, que someten al Papa para su aproba- 2 Esto nos parece ser el sentido de la frase proverbial: "Veni et cortina cortinam trahat". O sea: Ven; y un auditorio atrae a otro. 3 Es el primer observador que aproxima con tanta seguri– dad las dos experiencias de vida cristiana tan lejanas en el tiem– po, subrayando su identidad. Bien pronto llegará a ser una con– vicción común, y los biógrafos de san Francisco se la apropiarán. 4 No se trata aquí del trabajo manual, sino de la actividad apostólica, ya indicada en el párrafo 8. Ya en el inicio, como revela Jacobo de Vitry, la vida franciscana unió contemplación y apostolado. 5 Quizás se trata de las Damas Pobres (Clarisas), que son descritas así: abandonan el mundo renunciando a todo (v. párra– fo 8), viven juntas, apartadas y de su propio trabajo. 232
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