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Cuando considero la humildad y poquedad de mi condición 6, y la de los otros que fueron enviados conmi~ go a Alemania, y la confronto con el actual desarrollo y gloria de nuestra Orden, con confusión alabo en mi co~ razón a la divina clemencia y me siento impulsado a dirigirles esta voz apostólica: "Miren, hermanos, quiénes han sido llamados: no son muchos los sabios según la carne que dieron forma a nuestra Orden con su sabidu– ría, no muchos los poderosos que pretendieron salvarla por medio de la fuerza, no muchos los nobles que se preo– cuparon de honrarla con sus favores. Ha escogido Dios más bien fo necio del mundo, para confundir a los sa– bios. Y ha escngido Dios lo débil del mundo, para con– fundir lo fuerte, Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, ¡:mra reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se glorie en la pre– sencia de Dios'' (1 Cor 1,26-29). Para que nos gloriemos, pues, en Dios, que con su sabiduría ha suscitado esta Orden y por medio de su siervo Francisco la ha d! :1.do como ejemplo al mundo, y no en un hombre, narraremos más claramente en los siguientes c3.p'.tulcs, cuándo, de qué manera y a través de qué personas llegó hasta nosotros. 6 En el texto original dice "consideranti mihi", como un dativo absoluto. Esta construcción es un poco extraña y . tiene todo el sabor de una construcción pleonástica: es la consideras ción del sujeto que tiene como término el mismo sujeto. 21

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