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digar el pan en aquella misma región, donde vivían los hermanos menores. Y eran socorridos abundantemente, porque nosotros y los hermanos predicadores hemos en– señado a todos los hombres a mendigar; y quien quiere se pone un capucho y se hace una nueva Regla como religioso mendicante. Prontamente se multiplicaron en número, y eran llamados con ironía y malicia "Boscaio– li". . . Pasado el tiempo se hicieron hábitos no ya de la– na basta, sino de lino, y debajo tenían túnicas óptimas y sobre los hombros un manto de saco; y por eso se lla– maron Saccati. Y se hicieron sandalias como las de los hermanos menores, ya que todos aquellos que quie– ren inventar una nueva Orden y una nueva Regla, siempre mendigan algo de la Orden del bienaventura– do Francisco, o las sandalias o la cuerda o también el hábito. Pero ahora la Orden de los hermanos menores ha obtenido un privilegio papal que prohibe a quien sea llevar un hábito por el que pueda ser considerado como hermano menor ... (pp. 366-367) 66 • 66 En este punto tenemos que recordar también a otra Orden, liamada de los "Apóstoles" y fundada por un fallido her– mano menor, ya que no fue aceptado, Gerardino Segalello, de Parma. Salimbene habla de esto con una amplitud incluso exa– gerada y con evidente desestima e ironía, como se puede adver– tir por el mismo tono del tema: "(Gregorio X, en pleno conci– lio de Lyon) abrogó del todo también la otra Congregación, de los bellacos y custodios de puercos, estuitos e innobles, que se llaman a sí mismos (Ap 2,9) Apóstoles sin serlo y son en realidad una sinagoga de Satanás . .. Y no son útiles ni para la predicación ni para cantar el oficio ni para celebrar la misa ni para escuchar las confesiones, ni para enseñar en las escuelas, ni para dar con– sejo, y ni siquiera para orar por los bienhechores, porque andan todo el día por las calies de la ciudad mirando a las mujeres" (p. 369). Pero bastarán las alusiones esparcidas anteriormente en los pasajes de la Crónica que aquí relatamos. Para quien quie– ra informaciones más amplias, cfr. pp. 369-428. 227