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cultura, pero de verdadera inocencia y honestidad de vida. Yo lo vi y traté con él familiarmente en Parma y después en Pisa. Era, en verdad, oriundo del valle de Es– poleto, o de la región de Roma. No pertenecía a ninguna religión, si se entiende congregación religiosa, sino que vivía por su cuenta empeñándose en agradar a Dios solo; era muy amigo de los hermanos menores ... Y yo, desde lo alto del muro del palacio episcopal, que entonces se estaba construyendo, lo vi muchas ve– ces de esta manera, diciendo en idioma vulgar: "¡Lauda– to et benedetto et glorificato sia lo Padre!". Alabado, bendito y glorificado sea el Padre. Y los muchachos re– petían en alta voz aquella invocación. Después repetía las mismas palabras agregando: "sia lo Fijo". Los mu-– chachos volvían a comenzar y cantaban las mismas pa– labras. Repetía por tercera vez, agregando: "sia lo Spi– rito Sancto". Y después, Alleluia, Alleluia, Alleluia". En– tonces tocaba la trompeta y después predicaba, diciendo alguna buena palabra en alabanza de Dios. Terminada la prédica, saludaba a la Virgen, con estos versos: "Ave Maria, clemens et pia, etc." 62 (pp. 100-101). 53. El hermano Gerardo de Módena Fue uno de los predicadores del tiempo de aquella gran devoción también el hermano Gerardo de Módena, de la Orden de los hermanos menores: fue obrador de 6 2 Habla después de algunos solemnes predicadores de la Orden dominicana, de otros de la Orden franciscana -recuerda, entre otros, al hermano León de Perego, que después fue obispo de Milán, un anónimo hermano de Padua- deteniéndose más largamente en el relato del hermano Gerardo de Módena, un her– mano a quien estima enormemente, y que hasta fue podestá de Parma. 222

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