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todos los misterios, porque entonces estaba en abierta enemistad con la Iglesia (p. 339) 58 • 48. San Luis de Francia Era el rey Luis de Francia fino y grácil, delgado y alto, de rostro angélico y gracioso. Y acudía a la iglesia de los hermanos (para el capítulo) sin pompa real, con hábito de peregrino, con alforja al cuello y bastón en lugar de los atavíos reales. No a caballo, sino a pie; y lo seguían sus tres hermanos, con igual humildad y atuendos ... Se podría creer que era un monje en cuan– to a la devoción, más que un guerrero valeroso por las armas de guerra. Al entrar en la iglesia de los hermanos, se arrodilló ante el altar deteniéndose en oración. . . Después, con voz alta y clara, dijo que nadie debía entrar en el aula capitular a no ser los caballeros con los hermanos, por– que quería hablarles. Y cuando estuvimos reunidos en capítulo, el Rey comenzó a informarnos sobre sus ne– cesidades y las del reino, se encomendó a sí mismo, a sus hermanos, a la reina, a su madre y a todo el reino, y arrodillándose imploró las oraciones y súplicas de los hermanos ... 59 • 5 8 Salimbene escribe aún páginas y páginas sobre Rugo de Digne; pero, para nuestro fin, pueden bastar estos breves trozos en los que se delinea la figura de este gran franciscano y joa– quinita. 5 9 Relata el breve discurso del ministro general, detenién– dose en particular sobre el proyecto de la Cruzada que el Rey Luis estaba por llevar a efecto. Salimbene habla también de ello en otros lugares. Sería demasiado largo referir otras particula– ridades o ilustrar también otras grandes figuras. Basten estas páginas para conocer la situación de la Orden franciscana en los años que siguieron inmediatamente a la muerte de Francisco. 218

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