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38. Las cartas de Inocencio IV Después que los hermanos y los predicadores llega– ron y obraron tantas cosas buenas, manifiestas para to– do el mundo, los sacerdotes y los clérigos seculares, mo– vidos por la envidia y la malevolencia contra estos her– manos, presentaron quejas al papa Inocencia IV, por– que ya no podían recoger ofrendas durante sus misas, "porque estas dos Ordenes celebraban tan bien sus mi– sas, que todo el pueblo se vuelca a ellos. Por lo que pedi– mos que se haga justicia". El Papa respondió: "Visto que algunos celebran muy de mañana, otros a la hora de tercia, otros inmediatamente después, no veo a qué ho– ra éstos podrían celebrar sus misas, si les escucho a us– tedes, porque no pueden celebrar después de comer, a la hora nona o cuando deben decir vísperas; por eso me niego a escucharles". Pero el Papa, queriendo dar una cierta satisfac– ción a los clérigos que seguían fastidiándolo por estas cosas y también porque, como lo he oído, había conce– bido una cierta aversión hacia los hermanos predicado– res, y esperaba después eximir a los hermanos menores, escribió cartas contra ambas Ordenes, mandando que al menos en los días festivos no abrieran sus iglesias hasta después de la hora de tercia, para no privar a los sacer– dotes de las parroquias de las ofrendas de los fieles. Y pronto Dios lo golpeó y comenzó a sentirse mal de aquella enfermedad de la cual murió ... (pp. 607- 608). 207

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