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nada se puede decir (1S 25,17). Y, efectivamente, nadie osaba decirle la verdad y reprocharle su vida y obras perversas, excepto el hermano Agustín de Recanati y el hermano Buenaventura de !seo. Por este motivo, con li– gereza cubría de desprecio a los ministros que eran acu– sados de falsedad por sus cómplices, esparcidos en todas las provincias de la Orden; ciertos hermanos laicos, lle– nos de malicia, contagiosos y obstinados. . . Los desti– tuía del oficio, aunque sin ninguna culpa y les privaba de los libros y del derecho de predicar y de confesar. Des– pués enviaba a algunos el capucho largo (caparón) y les hacía andar de Oriente a Occidente. . . Resumiendo, en tiempo del hermano Elías los ministros estaban some– tidos a estas tres calamidades: eran calumniados, eran sometidos a juicios violentos e injustos, y era perturba– da la justicia en sus provincias. . . En cuanto a la ter– cera calamidad, es cosa notoria, y yo lo vi con mis pro– pios ojos, que Elías colocaba en cada provincia a un visi– tador, quien estaba allí todo el año y recorría la pro– vincia como si fuese el ministro, y en algunos conventos se encerraba, él con su compañero, hasta por 25 días o incluso un mes o poco menos, según su capricho; y está dicho que las provincias eran más pequeñas de lo que son ahora. Y cualquiera que presentara acusación con– tra su ministro lo podía hacer y era escuchado por es– tos visitadores. Y lo que el ministro ordenaba para su provincia, el visitador podía anularlo, quitar o agregar, a su juicio ... Y lo que es más grave: Elías enviaba vi– sitadores que fueran recaudadores antes que correcto– res, para que urgieran a las provincias y a sus ministros, a fin de sonsacarles tributos y dones. . . Fue con este sistema que los ministros provinciales hicieron fundir en aquel tiempo, a sus expensas, cerca de Asís, una cam– pana para la iglesia de san Francisco, grande, bella y sonora, que yo vi; la cual con las otra:¡¡ cinco campanas, 195

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