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sentar al Capítulo esta proposición: que cuando se acep– taba a un clérigo se aceptara también a un laico. Pero no fueron escuchados y ni siquiera atendidos, porque era una cosa muy inconveniente. Debo decir, sin embargo, que en el tiempo en que fui aceptado, encontré en la Orden a muchos hombres de gran santidad, oración, devoción, contemplación, y de vasta cultura. Porque esta única cosa buena hizo el hermano Elías, que se hizo promotor del estudio de la teología en la Orden. Cuando yo entré en la Orden, ésta tenía treinta y un años de vida; y vi al primer herma– no después del bienaventurado Francisco y a otros de la primera generación ... (pp. 145-147). 26. Despotismo La quinta culpa del hermano Elías fue que nunca quiso visitar personalmente la Orden, sino que moraba siempre en Asís o en cierto convento que había hecho construir en la diócesis de Arezzo, bellísimo, ameno y agradable, convento que todavía se llama Celle di Cor– tona 34 ••• La sexta culpa fue que amargaba y despreciaba a los ministros provinciales si no redimían sus vejaciones enviando tributos y dones para él ... y los tenía bajo su férula de manera tan dura que le tenían terror, como el junco cuando es azotado por el agua, o como tiem– bla la alondra cuando el gavilán la persigue y trata de capturarla. No hay que extrañarse porque, como se dice en el libro I de los Reyes, 25: él era hijo de JBelial al que 34 Repetición en la séptima culpa (p. 231), bajo la perspec– tiva de la búsqueda de comodidades. 194

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