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La cuarta culpa fue que, durante todo su gobierno, no se hicieron constituciones generales en la Orden, cuando por medio de ellas se conserva la observancia de la Regla, se gobierna la Orden, se vive uniformemente y se realizan tantas cosas buenas. Por este motivo se apli– ca bien a este hecho aquella observación que se repite tres veces en el libro de los Jueces, en el último capítulo: Por aquel tiempo no había rey (es decir, no había ley) en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien (Je 21,25); porque bajo tres ministros generales no hubo constituciones generales, a saber, bajo el bienaventura– do Francisco y Juan Parenti y bajo Elías, que gobernó dos veces y dos veces causó daño a la Orden. De hecho, bajo su gobierno, muchos hermanos lai– cos llevaban el cerquillo, cuando ni siquiera sabían es– cribir; algunos moraban en las ciudades completamente encerrados en un eremitorio vecino a la iglesia de los her– manos, y tenían una ventanilla en la pared, por donde conversaban con las mujeres, si bien eran laicos inaptos para escuchar las confesiones y dar consejos; ... algu– nos estaban solos, es decir sin el hermano acompañante, en los hospitales. . . Yo vi incluso a otros que llevaban siempre una larga barba como los armenios y los grie– gos. Algunos tenían como cíngulo no el cordón común, sino una cuerda llamativa y hecha con hebras retorci– das de manera curiosa, y ¡feliz quien podía procurársela más bella! ... Sería demasiado largo recordar todas las ofensas y abusos que yo vi cometer; tal vez me faltaría tiempo, no me alcanzaría el papel, y daría a los lecto– res ocasión de laxitud y no de edificación (pp. 144-145). 192

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